miércoles, 23 de mayo de 2018

El por que de Luis Toribio Troyano


Capítulo I. Aquel día no compramos mi padre y yo en el Hipercor de Barcelona
19 de junio de 1.987. El atentado del Hipercor de Barcelona.
Casi cada día íbamos mi padre y yo, juntos o por separado, a comprar al Hipercor de la Meridiana de Barcelona. Vivíamos en la calle Cardenal Tedeschini, apenas a 100 metros del Centro Comercial. Y aquel día murieron muchos vecinos del barrio.
¿Qué hubiese pasado si hubiésemos ido ese día a comprar? Pues no lo sé. Ni mi padre ni yo nos consideramos víctimas ya que no estuvimos ese día, ahora bien, esa sensación de por qué a ti no y a otro vecino del barrio si, es difícil de digerir y ni siquiera analizar.
Creo que los seres humanos nos protegemos ante situaciones adversas, y yo, mi subconsciente más bien, lo hizo creando una empatía hacia las víctimas del atentado como para contrarrestar un sentido de culpabilidad del porqué tu no y el vecino si.
Mi madre, de la que siempre me he sentido muy cercano y siempre me ha protegido, siempre hemos sido uña y carne, me dijo que cuando pudiese hiciese “algo” (buscase justicia) por las víctimas.
El atentado me afectó, bajé el rendimiento del trabajo y, a la semana, de mutuo acuerdo con mi jefe, un profesor de la ETSEIB, dejé el trabajo. ¿Una depresión? Puede ser. Una sensación de impotencia que me hizo rememorar lo mal que lo pasé 3 años antes.

Capítulo II.
2 de agosto de 1.984. El accidente de coche de Vilanova.
Había una mancha de aceite en la carretera. Patiné y choqué contra un árbol. Tenía un R-5 TS blanco. El cuentakilómetros se paró en el 48.566 Todavía lo conservo. La matrícula B-3977-CN también.
En el choque se rompió el cristal y me hizo un corte, se creó una cicatriz hipertrófica y después se formó un queloide. Era un chico muy guapo y dejé de serlo. Me sentó mal.
Y se sumó que sufrí un accidente y, por lo tanto, no era tan buen conductor como pensaba. Doble fallo: error fatal.
Sufrí una depresión. Bajé el rendimiento de los estudios y ese año académico no aprobé ninguna asignatura.
¿Por qué tuve esa depresión? Porque no aceptaba esa cicatriz en la cara y el temor a ser rechazado por las chicas que a mi me podrían gustar y yo no a ellas. Y además, por mi culpa, por no ser tan buen conductor como yo pensaba.
Ahorré dinero y me sometí a 2 operaciones de estética para eliminar las cicatrices. Y no mejoraron, sino empeoraron, ya que los queloides son muy resistentes y poca cosa se puede hacer.
Cuento lo del accidente, la cicatriz y el rechazo a mi mismo, por la fealdad, porque quiero explicar fielmente mi personalidad y la gran auto exigencia que me aplico a mi mismo.
Seguramente esta gran auto exigencia va ligada a una gran debilidad ante una situación de frustración e impotencia, de “no poder hacer nada” y, por eso, 3 años después, volví a recaer ante una situación tan “absurda” de matar a unos vecinos del barrio para conseguir la independencia del País Vasco de España. Una “apuesta” totalmente irracional.
En el 84 fallé y tuve el accidente y en el 87 volvía a fallar al no poder hacer nada.

Capítulo III.
13 de diciembre de 2.003. El viaje en autocar a San Sebastián.
Tenía 43 años. Era mi segunda oportunidad. Era como “volver al pasado”, al 2 de mayo de 1.984, evitar la mancha de aceite, no tener el accidente y poder realizar la voluntad de mi madre de 1.987: ayudar a las Familias de las Víctimas del Terrorismo. El Plan Perfecto.
Convertir 2 fracasos en un proyecto viable y duradero.
Un Proyecto ambicioso y muy prometedor desde todos los puntos de vista.

Capítulo IV.
Mi vida personal
De joven, he tenido muchas novias pero no me he enamorado lo suficiente para casarme. También es verdad que mi posición profesional nunca ha sido lo suficientemente estable como para fijar raíces. Al hacerme mayor y perder el encanto físico he querido “conquistar” con “mis ideas” y no lo he conseguido. Era el momento de encontrar una buena chica y formar familia. Cuidado con las “lagartas” me decía mi madre cuando era joven y prometedor profesionalmente. Y le hice caso. Después, “sin cartera” ya no aparecen las lagartas. Lo uno por lo otro.
Lo “de las lagartas” os puede resultar gracioso y hasta puede que fuera de lugar pero la verdad es que mi madre siempre me ha protegido y cuidado de mi y yo no he podido hacer nada por ella y todo lo que he hecho “se me ha vuelto contra mi”. No le deseo ni a mi mayor enemigo sufrir la frustración e impotencia de ni siquiera poder ver a tu madre después de ser conocedor de lo mucho que ha hecho ella por ti.
Me han hecho “muchas putadas” en la vida pero la peor ha sido quitarme a mi madre de mi lado.


No hay comentarios:

Publicar un comentario